Ahí estás,
caballero del ocaso,
preñado de pobreza en las entrañas de tus cerros.
Ahí van,
bicicletas y triciclos
con pan y mermelada en los bolsillos.
Tu sombra aquieta las aguas en la orilla
para lavar tu soledad,
tus tristezas de cruces
que se quiebran como el mástil poderoso de la tarde
sobre las viudas de sal y de horizonte.
Los pies que besan tus calles
se enredan en caminos de cristales
y se hunden en el humo que te abriga
como un siniestro manto azul.
Tus ventanas,
son ojos amarillos
que se abren de mañana a la brisa
para respirar tus perfumes marinos
y hacer cortinas del paisaje.
Allí,
donde las horas parecen pasar bajo la escoba del otoño
y se convierten en migajas
sobre los bancos de la plaza,
en la lentitud de sus palomas
y la senil paciencia de sus habitantes seculares,
que vigilan tus pasos invisibles
hacia el futuro que no retrocede
para alcanzarte.
Ahí estás;
como somnoliento,
dormido en la cuna del Pacífico,
en el verso del marino que no vuelve,
en la red del pescador que no descansa,
en la estudiantil pereza matutina,
en el amor que se oculta en tus escalas.
Ahí ,
bajo tu nombre de cielo y tempestad. Talcahuano.
En el Sur
se teje el frío,
los hombres son como de sal
y se confunden con el agua
cuando saltan al abordaje de sus botes
para diseminar la humildad de su poesía
envuelta en redes.
En el Sur
los techos tienen que ser más fuertes
para resistir
la carga de humedad de las nubes
y su armadura de furia espesa.
Las mujeres
parecen tejidas de algodón
por la ternura de su acurruco,
por la tibieza de sus manos,
por la suavidad de su tacto
y su reinado de pan y sopaipillas.
Los niños
son como relámpagos
que cruzan las pozas de agua y barro oscuro
entre sonrisas de carnaval
y juegos de temporales victoriosos.
Los rostros Sureños
son como proas de navíos
que cortan el viento y el frío
y se agrietan lentamente con el tiempo.
Los abuelos
son sabios
y hablan de mares, muertes y soledades
en su lenguaje encumbrado de historia
neblina y patria.
Hay viudas
que lloran en las orillas
sobre naufragios olvidados
y recogen restos
para vestirse de mástil
y calmar su llanto.
El Sur de Chile
es lluvia y nieve,
Alerce y Araucaria,
es Pincoya y Caleuche,
es leña, amor
vida y muerte.
Increíble mujer,
mujer de amplias praderas blancas y ámbar,
tus ojos en racimos de uva se abren
para recibir el cielo
como mariposas fugaces y frágiles
que ruedan hacia mí en cada mirada,
en cada parpadeo,
en cada lágrima de pétalo cristalino
que retumba en un latir sonoro
de tu delicado corazón de campana.
Ancha tu sonrisa me conquistó
y clavó tu bandera de ternura
en medio de mi pecho herido.
Susurro por ti en estos versos,
donde mis dedos invisibles
subieron por tu cuerpo en una noche
y se hicieron poemas en estas páginas añejas.
Cargué mi corazón con tu perfume
mientras,
una brillante espada de poesía
lo abría en la mitad;
aquí entre mis dedos está una
y la otra,
latirá en tu pecho hasta mi muerte.
Tem o tremor o sabor da tua luxúria
e a ternura a umidade da tua paixão?
Por acaso a brisa tem a tua carícia
e o vento a força da tua voz?
A chuva é como teu cabelo solto
e teu beijo como o orvalho na flor?
Teus olhos são a luz do meio dia
e teu abraço o estrondo de um canhão?
Teu umbigo é uma ilha de sal
no meio de teu ventre de papoulas?
Teus dedos são raízes noturnas
que saem de teu corpo para ancorar-se em mim?
Estou vivo ou morto quando te vejo?
E depois de ti, o que há?
E se teu coração de sino
deixa de ser um trovão de domingo nas minhas mãos
e outras mãos o fazem soar numa fúria de quinta feira,
poderás seguir me amando?
E eu te amarei o mesmo?