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Señora,
que áspera palabra se despliega y sube,
que temporal subterráneo se eleva
desde las letras con tu nombre hilvanado,
preso a tu extenso litoral de mujer.
Esta noche
la luz quiso iluminarte,
quiso erguir sus rayos y apuntarte,
quiso que fueras en el centro
la circular exactitud del brillo
como una corona partida
por un puñal de poesía.
Señora,
has arrancado del viento el viaje
y de las pisadas las raíces,
has pulido las piedras en tu espera
y esparcido tu perfume como imperio matutino.
La canción de tu alma
se derrama silenciosamente
con su voz de historia
y vuelves a parir tus hijos,
a llorar;
la soledad y sus cuchillos,
la distancia y sus caminos,
la cuna y su manto de ternura.
Vuelves
a encumbrarte en septiembre,
así,
delicada y suave
como el otoño,
como la fuerza que te viste y cubre,
como tu corazón errante de madera y vegetal.
Señora
que áspera palabra repito en esta noche,
que temporal de pieles en tu nombre,
que fuerza de ríos en tu sangre
y que huracán en cada letra de tu boca
cuando me llamas
a vivir en tus alturas.
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