
Llegaste como el verano;
con tu amor para encontrar mi amor,
con tu cuerpo para encontrar mi cuerpo.
Tu voz era de golpe y humo
con olor a nardos.
Eras la vestimenta que llegó para cubrirme.
Aquella que yo esperé desde siempre
apoyado en el balcón de mi infancia
soñando entre las nubes de un cielo pasajero.
Eras la abundancia
de una noche abierta y corta
que roía la pétrea y fría
soledad de mi razón.
Hacia ti,
corrían mis manos y mi boca,
como una cuerda feroz
para atar tu carne a mis cenizas.
De la luz a la sombra,
un paso.
De la vida a la muerte,
tu nombre.
Tu nombre,
como una fruta amarga
cerró mi boca.
Era el dolor que llegó de lejos,
del exilio, de más allá del destierro;
llegó como una piedra oscura
o un granizo seco y derrotado.
Envuelto
en la somnolencia de una neblina inútil,
un cuchillo,
una estocada fría y mortal
a mi tiempo de nubes y balcones infantiles.
Esta noche,
tuve que regar mis propios ojos
para poder escribir nuestro epitafio
y olvidarte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario