26 noviembre 2006

Tú en mi horizonte



Tú en mi horizonte
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El puerto reclama tu paso altivo
por sus orillas salinas,
por sus praderas de espuma,
por sus piedras esquivas.

El canto de las gaviotas
parece reclamar tu figura;
son llantos de gargantas invisibles
que llueven a diario
sobre los tejados antiguos.

Aunque nacen nuevos nidos
todos los veranos
para esperar tu llegada,
el viento egoísta
no da a tus velas el rumbo
y desapareces,
te conviertes sobre el horizonte
en una línea infinita,
un lugar tan distante
que es imposible alcanzar,
pero allí vives,
entre latigazos de nubes
y el arrullo de estrellas.

Al menos puedo verte
e imaginarte dormida
al vaivén de la tarde
cuando te cae encima
haciendo dormir mi esperanza.

Algunas noches voy a tu encuentro,
cuando mi falucho se viste de olas y remos
y navego en línea recta
para robar al horizonte
tu beso.

23 noviembre 2006

Lamento



Hoy,

a mi alma la envolverá lo inerte,

la absoluta extinción de todo,

una ráfaga cegadora de sueños

abriendo el pasado

en un parto de cicatrices oscuras.

Arde tu nombre en mi memoria

y quiebra el silencio mi voz en llanto

Cuanto he de sufrir por haber amado!

y cuanto lloraré por no haber vivido!

22 noviembre 2006

De la luz a la sombra, un paso.




Llegaste como el verano;
con tu amor para encontrar mi amor,
con tu cuerpo para encontrar mi cuerpo.
Tu voz era de golpe y humo
con olor a nardos.

Eras la vestimenta que llegó para cubrirme.
Aquella que yo esperé desde siempre
apoyado en el balcón de mi infancia
soñando entre las nubes de un cielo pasajero.

Eras la abundancia
de una noche abierta y corta
que roía la pétrea y fría
soledad de mi razón.

Hacia ti,
corrían mis manos y mi boca,
como una cuerda feroz
para atar tu carne a mis cenizas.

De la luz a la sombra,
un paso.
De la vida a la muerte,
tu nombre.

Tu nombre,
como una fruta amarga
cerró mi boca.

Era el dolor que llegó de lejos,
del exilio, de más allá del destierro;
llegó como una piedra oscura
o un granizo seco y derrotado.

Envuelto
en la somnolencia de una neblina inútil,
un cuchillo,
una estocada fría y mortal
a mi tiempo de nubes y balcones infantiles.

Esta noche,
tuve que regar mis propios ojos
para poder escribir nuestro epitafio
y olvidarte.

09 noviembre 2006

Lluvia



Aquí...
Llueve y llueve
el sol
parece que se escondió para siempre
las nubes
no abandonan su poderío de lágrimas
ni su cruel capuz de neblina.
Las gotas constantes y permanentes
arañan el suelo y lo dejan más dulce
tanto,
que recuerda tu piel
y tu impermeable estirpe de mujer serena
tendida a su voraz asedio líquido.
Y llueve,
llueve,
y trinan aquí y allá los pájaros;
fieles centinelas del agua
que resbala por tus pechos,
por tus ojos cerrados
y tu boca abierta
en tu extremo y distante litoral de hembra.
Yo
estoy aquí,
en el tacto dormido de tus dedos,
enjaulado
en una lágrima del cielo de tus ojos
que se evapora
en la infértil huella de mi paso.
Llueve,
llueve,
y yo estoy aquí
lejos,
lejos y olvidado,
lejos,
preso en ti
por mis poemas,
por mi alma que no descansa,
creyendo que
cuando todo esté cumplido
y extiendas tus brazos para abrazarme
y callar mi boca con un beso
yo,
ilusamente,
te daré mi vida.